Al principio fue la gran explosión, y de eso hace ya mucho tiempo. Aquí solo se hará mención de la noche. Aún es posible conseguir una entrada. En una palabra: la propina consiste en que se cree el público del espectáculo. Sin la claque, no habría tenido sentido dominar a lo sucedido en el espectáculo. Sigue habiendo asientos libres.
Para mí, éste ha sido siempre un mundo mágico, desde que era muy pequeña. Sigo teniendo la sensación de haber visto algo que nadie más ha visto. Resulta difícil describir esa sensación con palabras sencillas, pero imagínate este mundo antes de ese moderno machaqueo de leyes de la naturaleza, doctrinas evolucionistas, moléculas del ADN, bioquímica y células nerviosas, es decir, antes de que este globo comenzara a dar vueltas, antes de que fuera rebajado a ser un ‘’planeta’’ en el espacio, y antes de que el orgulloso cuerpo humano fuera fragmentado.
Un alce sale de repente de un bosquecillo, te mira durante un segundo, y al instante desaparece. ¿Qué alma es la que pone en movimiento a ese animal? ¿Qué fuerza insondable es la que decora la tierra con flores de todos los colores del arco iris y siembra el cielo nocturno con unos suntuosos encajes de estrellas centellantes? Un sentimiento de la naturaleza desnudo y directo lo encuentras en la literatura popular, por ejemplo en los cuentos de los hermanos Grimm, te los recomiendo lector. Lee las sagas islandesas, lee los mitos griegos y nórdicos, lee el antiguo testamento.
Mira el mundo, lector, mira el mundo antes de haber engullido tanta física y química.
En este momento grandes manadas de animales salvajes corren por asoladas planicies. En la desembocadura de un rio están incubando miles de flamencos rosados. Cautivadores rebaños de gacelas saltan como por arte de magia por la sabana africana. Miles y miles de pingüinos reales charlan en una playa helada de la Antártida, y no sufren, están a gusto. Pero no solo cuenta la cantidad. Una foca rellenita se lanza al agua desde un islote.
No me digas que la naturaleza no es un milagro. No me digas que el mundo no es un maravilloso cuento. Quien no lo haya entendido, tal vez no lo haga hasta el momento en el que el cuento esté a punto de acabar. Pues es cuando te dan la última oportunidad de quitarte los lentes oscuros, una última ocasión de frotarte los ojos de asombro, una última ocasión de entregarte a este milagro del que ahora te despides y al que vas a abandonar.
Me pregunto si entiendes lo que trato de expresar, lector. Nadie se ha despedido llorando de la geometría de Euclides o del sistema periódico de los átomos. Nadie se echa a llorar porque va a ser desconectado de internet o de la tabla de multiplicar. Es del mundo de lo que uno se despide, de la vida, del cuento. Y al mismo tiempo, uno se despide de una pequeña selección de seres queridos.
Alguna que otra vez pienso que desearía haber vivido antes del invento de la tabla de multiplicar, y al menos antes de la física y química modernas, antes de que comenzáramos a entenderlo todo, es decir, cuando todo era MAGIA. Así me parece la vida en este momento en que estoy sentada en este santuario escribiendo estas líneas. Yo no soy una científica pero no rechazo ninguna de las ciencias aunque mi concepción del mundo es mítica, casi animista. Nunca he permitido a Newton ni a Darwin que se carguen el mismísimo misterio de la vida.
Tras haber leído esto, ya conoces algo de mí. Ya sabes quién soy, eso me reconforta.
En cierto modo me conoces mejor de lo que me conocen muchas otras personas, aunque no hayamos conversado a solas antes. Nunca me he sincerado con nadie como contigo en todo lo que escribo pata ti, lector.
A veces necesito dormir un poco durante el día, no porque me sienta mal, sino porque no consigo tranquilizarme por las noches, pues es cuando me invaden todos mis pensamientos, es cuando más me asolan. En el momento de acostarme me adentro en los tristes enigmas, en el cuento grande y feo que no tiene hadas buenas, sólo espíritus oscuros y elfos malvados. Entonces es mejor renunciar al sueño por la noche y dormir en algún momento de la mañana cuando hay luz fuera.
La otra vez me quede pegada observando mi mano y se me ocurrió que tal vez en mi ultimo momento tal vez en la cama de un hospital estaré agarrada de una mano cálida y viva. Imagínate, lector, si al otro lado también hubiera una mano que agarrar. Pero no creo que exista ningún otro lado. Estoy casi segura. Todo lo que hay solo dura hasta que se acaba. Pero lo último a lo que suele estar agarrado un ser humano es a una mano.
He pensado antes que lo más contagioso que conozco es la risa. Pero también la pena puede contagiarse. El miedo es diferente. No se contagia con la misma facilidad que la risa y la pena…y menos mal. Tengo miedo de ser expulsada de este mundo. Tengo miedo de noches como ésta, que no se me permitirá vivir.
Esta es la vida de todos los días, ésta es la realidad. Pero la puerta para salir de la realidad está abierta de par en par. Son tantas las cosas de las que tenemos que despedirnos. Son tantas las cosas que dejamos atrás.
El tiempo, lector. ¿Qué es el tiempo?
Imagínate que hace miles de millones de años, cuando todo se creó, te encontraras en el umbral de este cuento y pudieras elegir si quieres nacer a una vida en este planeta. No sabrías cuándo vivirías, ni tampoco el tiempo que permanecerías aquí, pero de todos modos no serían más que unos cuantos años. Lo único que sabrías es que, si eliges entrar en el mundo, tendrías que despedirte y dejarlo todo algún día, cuando llegara el momento. Tal vez te causara mucha pena, porque muchos seres humanos opinan que la vida en este gran cuento es tan maravillosa que se les saltan las lágrimas con sólo pensar que se va a acabar. A veces es todo tan bueno aquí que duele mucho pensar que un día se acabará.
¿Qué habrías elegido tú, lector, si una fuerza mayor te hubiera permitido elegir? Tal vez podamos imaginarnos un hada cósmica en este gran cuento de misterio. ¿Habrías elegido vivir una vida en la Tierra, larga o corta, dentro de cien mil o cien millones de años? ¿O te habrías negado a participar en el juego por no aceptar las reglas?
Me he hecho muchas veces esa misma pregunta. ¿Hubiera elegido vivir una vida en la Tierra sabiendo que un día de repente me sería arrebatada, tal vez en medio de una gran felicidad? ¿O habría rechazado desde el principio ese agitado juego de ‘’dar y quitar’’? Pues solo venimos al mundo una vez. Las puertas del gran cuento se nos abren. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
No estoy muy segura de lo que hubiera elegido. Creo que me habría negado a aceptar las condiciones. Tal vez habría rechazado cortésmente la oferta de visitar el cuento, e incluso es probable que no hubiera contestado tan cortésmente. Tal vez habría dicho con un bramido que el dilema en sí estaba tan cargado de maldad que no quería saber nada de él. En parte estoy segura de que habría rechazado la oferta en su totalidad.
Si hubiera elegido no meter la cabeza en el gran cuento, no habría sabido lo que me iba a perder. ¿Entiendes lo que quiero decir con eso? Algunas veces a los humanos nos resulta peor perder algo querido que no haberlo tenido nunca. Lo mismo sucede en otros cuentos. ¿Crees que la cenicienta habría elegido ir al palacio como princesa si hubiera sabido que ese juego duraría sólo una semana escasa? ¿Cómo crees que se hubiera sentido al regresar a las cenizas y los atizadores, la malvada madrastra y las feas hermanastras?
Pero ahora te toca a ti contestar, lector, te cedo la palabra. Vuelvo a preguntar: ¿Qué habrías elegido si te hubieran dado la posibilidad de elegir? ¿Habrías elegido vivir un breve rato en la Tierra y al cabo de unos años ser arrancado de todo para jamás volver? ¿O habrías rechazado la oferta? Te doy sólo estas dos alternativas. Así son las reglas. Si eliges vivir, también eliges morir.
Pero ahora, lector, puede surgir un nuevo dilema, que tal vez no sea tan difícil o tan maligno como el primero. Si contestas que a pesar de todo habrías elegido vivir, aunque sólo hubiera sido por poco tiempo, entonces no tengo derecho a desear no haber nacido.
Así puede crearse una especie de equilibrio en esas cuentas, en el sentido de que las dos partidas se compensan. Naturalmente, eso es lo que espero. Incluso es el motivo por el que escribo esto.
No podrás contestarme directamente a la gran pregunta que te he hecho. Pero puedes hacerlo indirectamente. Puedes responder mediante la manera en la que eliges vivir esta vida.
Lector, una última pregunta: ¿Puedo estar segura de que no existe vida alguna después de esta? ¿Puedo estar convencida de que no me encuentre en otro lugar cuando leas esto? No, no puedo estar segura del todo. Porque si el mundo existe, es que ya se ha sobrepasado el límite de lo improbable. ¿Entiendes lo que quiero decir? Estoy tan saciada de asombro por que exista un mundo que ya no me cabe más asombro, aunque luego resultara que existe otro mundo después.
Lo que muchas veces me hace pensar es cuando paso horas jugando algún videojuego. Cada vez que me ‘’muero’’ en algún juego, sale inmediatamente un nuevo tablero, y estoy otra vez jugando. ¿Cómo podemos saber que no existe un ‘’nuevo tablero’’ también para nuestras almas? Yo no lo creo, de verdad que no lo creo. Pero el soñar con algo improbable tiene un nombre. Lo llamamos ‘’Esperanza’’
No hay comentarios:
Publicar un comentario